La mayoría de las personas que han adquirido un acuario de agua dulce más de una vez se han encontrado en su interior la presencia de caracoles invadiendo la superficie yarrasando las plantas que allí habitan. Esta invasión supone un grave peligro porque los vegetales son indispensables para calibrar el nivel de nitrógeno necesario para el buen mantenimiento del agua y proporcionar el oxígeno a los peces. Las plantas deben protegerse porque además, proporcionan a su entorno la dosis precisa de CO2 y una correcta iluminación. Pero gracias a una serie de métodos, este problema tiene fácil solución.
Antes de eliminar sistemáticamente a los invasores, hay que tener en cuenta que muchas de estas especies no son dañinas para nuestro acuario, sino que, además, son un factor muy beneficioso a la hora de mantenerlo en un buen estado. Por ello, el paso principal será diferenciar los malignos para no acabar con los benignos.
Primer paso, identificación
Lo primordial, ante todo, es saber identificar la especie que reside en tu acuario. Una de las medidas que certifican la presencia de estos invertebrados marinos es el deterioro paulatino del acuario. En este sentido, si consideramos que el número de moluscos es abundante, hay que proceder a su eliminación porque estaríamos ante una plaga.
Los primeros síntomas que acreditan que estos animales están acabando con nuestras plantas acuáticas son los agujeros que producen en ellas. En un principio, pueden llegar a ser imperceptibles, pero hay que estar muy alerta porque en un breve periodo de tiempo pueden llegar a agujerear por completo sus hojas para alimentarse.
Los más perjudiciales
Uno de los rasgos que permiten saber si la especie que tenemos delante es perjudicial o no es la concha. A partir de este aspecto diferenciamos dos tipos de caracoles poco recomendables que se aconseja eliminar cuanto antes:
# El primero de ellos es negro, con la concha ovalada. Su nombre científico es Lymnea stagnalis y es muy conocido por los aficionados al mundo acuático. Éste es uno de los más peligrosos, porque se pasa gran parte del día devorando plantas. Hay que ser muy precavidos porque se reproducen rápidamente. Suelen medir unos 9 mm.
# Existe otro modelo con la concha en espiral, lo que puede llegar a confundirle con las caracolas, llamado Caracol malasio o Caracol trompeta. Cuando no son muchos los que habitan en el acuario, no suponen ningún peligro, ya que además eliminan las algas y restos de alimentos y limpian el substrato por el día y airean o dan movimiento al acuario a través de su nado; el problema está cuando se dan de forma masiva porque recurrirán a las plantas para alimentarse y, al tener vida nocturna, pasan el resto del día enterrados bajo tierra, por lo que son muy difíciles de detectar. Suelen medir hasta 2 centímetros de longitud.
Una buena elección
A muchos acuarófilos se les plantea la necesidad de tener caracoles y no saben cuáles son los más recomendados para que crear un hábitat acuático sin causar problemas. Para ello, a continuación, sugerimos algunas variedades de este pequeño molusco con las que poder disfrutar de su presencia dentro del agua:
* La familia Apullaridae es muy común en estos lugares. Una de sus variedades, el Caracol Manzana, es el más demandado por su vistoso colorido naranja. Respecto a este molusco hay que matizar un par de detalles: es preferible que su cría se haga en un lugar separado del resto de los animales marinos porque si se reproducen a gran escala recurrirán a las plantas por falta de alimento.
* El Tropidiscus planorbis tiene el caparazón de color rojo oscuro y tiene un tamaño muy asequible: 5 mm. Es un caracol muy pacífico y beneficioso para mantener en buen estado tu acuario porque no se alimenta de plantas y resulta muy útil, ya que come detritus y desechos.
* Existen caracoles que se dedican a comer algas y no ingieren ningún tipo de vegetal, a no ser que éste esté cubierto por su alimento. Un claro ejemplo es el Pomacea Bridgesii que además de realizar esta importante labor de limpieza, es muy rápido y trabajador.
* El Camarón fantasma (Natantia gen sp.) es otro ejemplo de caracol cuyas posibilidades de convertirse en plaga son mínimas. Es muy atractivo a simple vista por lo que muchos aficionados al mundo del acuario tienden a conservarlo dentro de él, además de poder disfrutar del aliciente de ver cómo convive con el resto de animales. Pero esta especie se reproduce fácilmente y, por ello, se aconseja criarle en un espacio aparte para así disfrutar totalmente de sus crías sin que ningún otro ser acuático les ataque o moleste. Aparece atraído por los restos de alimentos que se depositan en la base del depósito de agua.
Cómo paliar las plagas
Que se quiera acabar con las plagas no significa que se tengan que eliminar radicalmente todos los ejemplares, ya que existe la opción de dejar unos pocos para que den vida y variedad al entorno. En cualquiera de los casos hay que recalcar que los caracoles muertos no resultan nada beneficiosos para los peces porque contaminan el ambiente, así que conviene retirarlos. Losproductos venenosos también perjudican a las plantas y al resto de seres acuáticos, de ahí que no se recomiende su utilización.
Una de las soluciones más eficaces es la adquisición de un animal cuya alimentación se base fundamentalmente en invertebrados marinos. Uno de los más aconsejados es el Botia Payaso, que come únicamente los huevos de estos moluscos y respeta las plantas. Tiene una longevidad de 22 años, por lo que es una fuente de seguridad por mucho tiempo. En cambio, si prefieres optar por un método más barato, inserta por la noche en la tierra una hoja de lechuga. En apenas 30 minutos encontrarás un montón de caracoles rodeando el trozo de verdura. Por otro lado, existe una forma muy eficaz para prevenir las plagas: las hojas de las plantas se cubren con una masa gelatinosa donde reposan los huevos. Lo único que hay que hacer es retirar manualmente dicha capa para que se frene la reproducción.
Aunque todos estos métodos ayudan a moderar o eliminar la aparición de estos moluscos acuáticos, un factor importante que les atrae es la sobrealimentación porque los restos de comida residen en el suelo y se sirven de ellos para alimentarse.
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